Los rinconcitos de El Maitén, tienen irremediablemente un atractivo muy particular.
Cada vez que escribo sobre El Maitén, no sé si empezar contándoles si es un árbol, o un pueblo.
En realidad son las dos cosas.
Podríamos empezar hablando del primero, al que le dicen “árbol de la verdad” ya que bajo su sombra según la leyenda mapuche no se puede mentir.
Es un árbol que luce una estética inconfundible, de buen porte y hojas delgadas. Su madera es dura y por esa razón muy buscada para el uso de calefacción.
El pueblo es mayormente conocido por ser cuna de La Trochita, o Viejo Expreso Patagónico, un antiguo tren que aún conserva sus vagones de madera, allí duermen las más apasionadas historias.
Pero los riconcitos de El Maitén, también se visten de encanto con las primeras nevadas, generalmente allí llegan primero debido a sus características geográficas. Mientras caminamos por los senderos podemos ver una cruz blanca allá arriba en el cerro, que lleva precisamente ese nombre.
Cruzamos románticos arroyitos, y si dirigimos la vista hacia el oeste, podemos ver como la “bella durmiente” luce maravillosa en un atardecer que marca perfectamente su silueta, para que nos detengamos a tomar una curiosa fotografía.
Las huellas de la Trochita en cada rincón
Las viviendas construidas con durmientes le dan al pueblo un encanto particular, en la caminata nos acompaña el silencio de la cuarentena, y las aguas calmas del río Chubut que pasea entre los sauces dibujando un zigzag caprichoso envolviendo ramas en cada curva.
El puente ferroviario se convierte en el escenario ideal para las fotos en blanco y negro.
En la mañana temprana se escuchan los pasos crujientes en la escarcha, como quien va mascando terrones de azúcar en la soledad pueblerina.
El saludo lejano del laburante, que con sus rústicas manos en los bolsillos avanza tranquilo hacia la estación, que alberga toneladas de hierro entremezcladas con el fuego de la fragua y el torno que moldea repuestos para que una vez más, el viejo tren, en cada salida y llegada llame con su silbido a los vecinos, que mate en mano, le echarán una mirada nostálgica entretejiendo recuerdos lejanos que entre vagón y vagón van y vienen paseando por la memoria de quienes son y serán parte de su historia.